En un mundo crecientemente digitalizado e interconectado, las aptitudes y capacidades digitales de la población se antojan esenciales para que los países puedan alcanzar todo su potencial. Elevarlas ha sido un objetivo clave de muchos gobiernos, lo que les ha llevado a prestar especial atención y a adaptar a sus contextos particulares las políticas y prácticas educativas más exitosas a nivel internacional.
Hasta finales de los años 90, las comparativas internacionales de los sistemas educativos se basaban fundamentalmente en medidas de los años de escolarización, que no ofrecían indicadores fiables ni sobre los conocimientos adquiridos por los alumnos, ni sobre qué podían hacer con ellos. Sin embargo, con el inicio del nuevo siglo la OCDE decidió dar una vuelta a este modelo. Así lanzó el informe PISA a través de su programa internacional para la evaluación de alumnos (Programme for International Student Assessment); un análisis trianual que, desde comienzos de siglo, sirve de referencia sobre el estado de la educación en el mundo, identificando mejores prácticas y ofreciendo el apoyo necesario para que otros países las puedan implementar.
En este sentido, PISA no es una herramienta estática, sino que ha evolucionado para tratar de adaptarse a las nuevas necesidades. No es casual, por ello, que uno de los principales focos de atención en los últimos años haya estado en el rol que la digitalización y las nuevas tecnologías han de jugar en las escuelas, así como su importancia en la vida fuera de ellas. La OCDE es perfectamente consciente de que aquellos ciudadanos sin una adecuada capacidad de navegar por el entorno digital tendrán serias dificultades para participar de forma plena en la vida social, económica y cultural, por lo que existe un gran riesgo de que los distintos niveles de acceso y uso de tecnología generen brechas entre y dentro de las distintas economías.
PISA 2018 es la séptima oleada del estudio desde que este se puso en marcha en el año 2000, inicialmente con 43 países. Si bien cada test de PISA evalúa los conocimientos de los alumnos en Lectura, Matemáticas y Ciencias, cada oleada presta especial atención a uno de los tres. En esta última edición, el foco ha recaído sobre la lectura en un entorno digital, definida como la capacidad de entender, usar, evaluar, reflexionar sobre e interactuar con textos para conseguir unos determinados objetivos, desarrollar conocimientos propios y participar en la sociedad. Adicionalmente, PISA 2018 ha recogido datos extensos sobre las actitudes y el bienestar de los alumnos.
Al igual que en oleadas previas, el estudio se ha centrado en las habilidades de estudiantes de entre 15 años y tres meses y 16 años y dos meses, que hayan completado al menos seis años de educación formal, independientemente del tipo de programa −académico o vocacional (FP)−, la titularidad pública o privada de sus escuelas, y de si los alumnos han repetido o no. La edad elegida, al final del período de educación obligatoria, no es casual, sino que trata de minimizar los efectos de la distinta naturaleza y extensión de la educación pre-primaria según el país, las distintas edades de inicio de la escolarización obligatoria, la estructura de los sistemas educativos y la prevalencia (o no) de la repetición de curso en los distintos países
En 2018, la OCDE ha examinado a una muestra representativa de 600.000 alumnos, cuyos resultados se extrapolan a 32 millones de estudiantes de 79 países, todos los de la OCDE y 40 estados no miembros. En España, por el interés que suscita el estudio a nivel regional y la contribución económica que aportan las distintas comunidades autónomas, se han examinado en 2018 cerca de 36.000 escolares de 1.102 colegios, frente a los 4.000-8.000 alumnos que típicamente se examinan en otros países.
Los principales mensajes de los resultados globales de la última edición del informe PISA son de estancamiento y de decepción occidental: a pesar de haber aumentado el gasto por estudiante en más de un 15% en los países de la OCDE durante la última década, la mayoría de los países occidentales no ha visto ninguna mejora sustancial en el rendimiento de sus estudiantes en ese tiempo. En Europa, los mejores resultados medios se han registrado en Estonia, Países Bajos, Polonia y Suiza
Como se ha comentado, PISA no es un test al uso: no pretende únicamente determinar si los estudiantes en edades cercanas a completar su educación obligatoria son capaces de reproducir lo que han aprendido, sino especialmente su capacidad de extrapolar lo que han aprendido, demostrar estrategias de aprendizaje efectivo y aplicar su conocimiento de forma creativa en contextos desconocidos. Así, el test evalúa la capacidad de los alumnos de explicar fenómenos, diseñar experimentos o identificar pruebas.
Algunos críticos del modelo aseguran que los tests de informe PISA son injustos, porque enfrentan a los estudiantes con problemas que no se han encontrado en la vida real. La OCDE, por su parte, alega que la vida es injusta, y que los problemas en la vida real no nos exigirán recordar lo aprendido en la escuela, sino que pondrán a prueba nuestra capacidad de resolver problemas que no podemos anticipar hoy.
PISA analiza tanto la dificultad de las preguntas como la capacidad de los alumnos de contestarlas en una escala continua. El objetivo es ubicar el nivel de competencia en cada materia que cada pregunta demanda, así como el nivel de cada alumno al responderla. A partir de ahí, las competencias de cada alumno se estiman en función del tipo de tareas que se espera que los alumnos sean capaces de resolver correctamente, de forma que un alumno probablemente responda adecuadamente preguntas situadas a su nivel o por debajo y no sea capaz de responder adecuadamente preguntas de una dificultad superior a su posición en la escala. Esto implica que la dificultad y la puntuación de las preguntas se establece a posteriori, una vez analizado cómo de difícil les ha resultado a los alumnos contestarlas.
El informe PISA no asigna notas al uso con las escalas habituales, sino que los resultados se establecen en relación a los resultados de todos los participantes. Teóricamente, no hay un resultado mínimo ni máximo, sino que los resultados se escalan siguiendo una distribución normal, con la media alrededor de los 500 puntos, y una desviación estándar de unos 100 puntos.
Aunque sintetiza los resultados en una métrica numérica, fácil de digerir, la OCDE recomienda no prestar demasiada atención a las diferencias pequeñas en puntuación (entre países, o en los resultados históricos de un determinado país) que probablemente no tengan ninguna implicación, aunque sean los datos que copen los grandes titulares (típicamente, desalentadores). Asimismo, ante la complejidad de comparar el rendimiento de los alumnos en un espectro amplio de países, la OCDE recomienda tener siempre en cuenta los contextos sociales y económicos a la hora de analizar los resultados.
Con todo, la mejor forma de entender los resultados globales de un país es a través de los resultados medios de sus estudiantes. Ningún ranking individual hace justicia a la cantidad de información que PISA ofrece, por lo que merece la pena recorrer los distintos ámbitos sobre los que el estudio ofrece información.
Los resultados de España en el informe PISA 2018 (publicado hace poco más de un mes) han sido muy controvertidos. Nada nuevo hasta aquí, porque, realmente, lo son casi en todas las ediciones. Al fin y al cabo, es el momento de compararnos con otros países y poner a prueba cómo de bien (o mal) estamos formando a nuestras nuevas generaciones. Y salen las vergüenzas.
Este año, a los titulares habituales (“Los alumnos españoles se hunden en ciencias”, “Radiografía del descalabro”, “Nueva alarma…”), se ha unido la anomalía en la prueba de Lectura, que nos ha dejado con unos resultados muy parciales y bastante pobres. Pero ¿cuánto de cierto o alarmante hay en estos datos?, ¿qué hemos hecho, estamos haciendo o podemos hacer de aquí en adelante?, y ¿por qué le interesa a un país como España sacar una buena puntuación en este test?
Lejos de lecturas excesivamente negativas, los resultados de España en PISA 2018 son coherentes con ediciones anteriores.
Nuestros estudiantes se mantienen en el nivel de competencia 3, con una puntuación media levemente por debajo de la media de la OCDE. Es más, nuestro país se ha quedado al margen de los descensos registrados en un buen número de economías avanzadas. En esa media, además, solo se tienen en cuenta los países de la OCDE, por lo que, si ampliamos la comparación e incluimos a todos los estados del estudio (o sea, los de la OCDE más 40 no miembros), nuestro país queda por encima de la media global. La gran brecha se crea, en cualquier caso, con los países asiáticos punteros.
España se sitúa así en la posición 30, al nivel de Lituania, Hungría, Estados Unidos, Luxemburgo o Rusia, sin excesiva desviación con respecto a la posición teórica que le correspondería en función de su PIB per cápita y el nivel socioeconómico de los alumnos −factores determinantes en los resultados−.
Ante la ausencia de datos de Lectura, el desempeño en Matemáticas se ha mantenido estable, y la tendencia en Ciencias ha caído 9,5 puntos entre 2015 y 2018; sin embargo, a pesar de este descenso (que sí es estadísticamente significativo), cuando se mira el histórico del estudio, no se detecta una tendencia clara ni ascendente ni descendente.
El informe PISA define la alfabetización en Ciencias como la capacidad de interactuar con aspectos relacionados con las ciencias, y con las ideas de la ciencia, como un ciudadano reflexivo. Una persona con esta capacidad, desea involucrarse en discursos razonados sobre ciencia y tecnología, lo que requiere de una serie de competencias para explicar los fenómenos, evaluar y diseñar encuestas, e interpretar los datos y las evidencias de forma científica. En sociedades modernas, ese entendimiento es necesario no solo para las carreras científicas, sino también para cualquier ciudadano que desee tomar decisiones informadas en muchos temas de actualidad. |
España, con una puntuación de 483,25 en PISA 2018, presenta los peores resultados en el ámbito desde que se empezó a evaluar este ámbito (2006), aunque con variaciones interanuales muy reducidas. Apenas 13 puntos separan la máxima puntuación obtenida por España (PISA 2012) y la mínima de este año.
Un 79% de los alumnos españoles supera el nivel 2 (frente a un 78% de media en la OCDE), mientras que apenas un 4% se sitúa en el nivel de excelencia (5 o 6) frente al 7% de media de la OCDE. Esta proporción llega a alcanzar el 32% en las provincias de China analizadas, y el 21% en Singapur.
De este modo, la brecha en puntuación media entre España y el país líder se ha incrementado y es ya muy significativa, superando los 107 puntos (el equivalente a dos años académicos de diferencia).
PISA define la alfabetización matemática como la capacidad de los alumnos de formular, emplear e interpretar las matemáticas en una variedad de contextos. Esos contextos incluyen no sólo situaciones familiares para los alumnos (cocinar, hacer la compra o ver deportes, etc.), sino también otros ocupacionales, sociales y científicos (valorar el coste de un proyecto, interpretar estadísticas, modelar fenómenos naturales, etc.). Para obtener buenos resultados en esta prueba, los estudiantes deben ser capaces de razonar de forma matemática y usar conceptos matemáticos, procesos, hechos y herramientas para describir, explicar y predecir fenómenos. En definitiva, en informe PISA trata de medir cómo de bien extrapolan lo que saben y aplican su conocimiento matemático en una amplia variedad de situaciones. |
En Matemáticas, un 75% de los alumnos españoles quedaron encuadrados por encima del nivel 2, frente a un 76% de la OCDE. Mientras, un reducido 7% alcanzó los niveles de excelencia (5 y 6), frente al 11% de media de la OCDE. Seis países asiáticos superan el 20% en esos niveles más altos, llegando al 44% en el caso de las cuatro provincias chinas.
En términos de puntuación absoluta, los resultados medios se mantienen estables en España. La caída en la última edición del estudio (4,5 puntos, hasta los 481,4 puntos) no es estadísticamente representativa, y la variación desde 2003 entre el máximo (485,8) y el mínimo (480,0) es de apenas 5,9 puntos.
Lo preocupante en este caso, al igual que en Ciencias, es la falta de progresión relativa, en un escenario en el que las economías emergentes presentan unas tendencias ascendentes muy marcadas. La distancia entre España y el líder de la muestra ha pasado de ser de 65 puntos en 2003 a 110 en 2018, con un salto de 32 puntos solo el último año.
En un entorno crecientemente tecnológico, el PISA define la competencia de Lectura como la capacidad de los alumnos de entender, usar, evaluar, reflexionar sobre e interactuar con textos para conseguir unos determinados objetivos, desarrollar conocimientos propios y participar en la sociedad. Esto incluye no solo ser capaz de entender y comunicar información compleja, sino ser capaz de distinguir entre hechos y opiniones al leer sobre un tema desconocido. Tres de los procesos anteriores (localizar información, entenderla, evaluarla y reflexionar sobre ella) se resumen en el cuarto proceso, que la OCDE define como fluidez lectora, cuya medición ha supuesto la introducción de nuevas pruebas en esta oleada del test. Son justamente las que han generado anomalías en España. |
De nuevo, en 2018 las economías asiáticas (China y Singapur) obtienen las puntuaciones más altas en este ámbito. En la OCDE, Estonia, Canadá, Finlandia e Irlanda destacan. Aunque no tenemos datos de este año, nuestro país obtuvo su mejor puntuación en esta prueba en la anterior edición (496 puntos en PISA 2015).
España tiene menos alumnos excelentes que la media (solo un 7% de los jóvenes en el nivel 5 o superior, frente al 11% de media de la OCDE), lo que puede tener un efecto arrastre sobre el resto de sus compañeros. Es más, es perceptible un descenso en el porcentaje de alumnos con resultados excelentes y un incremento de los alumnos con resultados deficientes. Esto es menos relevante para aquellos territorios que atraen capital humano (ej. Madrid, Barcelona), pero muy negativo para las regiones que se ven obligadas a exportarlo.
Por géneros, ellos rinden mejor en Matemáticas (6 puntos) y ellas en Ciencias (2 puntos), pero la diferencia resulta estadísticamente insignificante. En cualquier caso, en los análisis de la OCDE, España sí aparece levemente por encima de la media en equidad, pero lejos de países nórdicos como Islandia, Noruega o Dinamarca, que lideran el ranking.
España es, por otro lado, el cuarto país de la OCDE con la tasa más alta de repeticiones (con un 29% frente al 11% de media en la OCDE). Aquí hay un agravante: España es el segundo país con la mayor brecha en la repetición de curso entre alumnos con mayor y menor capital socioeconómico. Es decir, a igualdad de rendimiento, repiten más los alumnos de contextos desfavorecidos.
Eso sí, destaca el buen clima educativo en nuestras aulas, con niveles de acoso muy inferiores a los del resto de países, y con tres cuartos de los estudiantes manifestando estar felices con su vida, aunque esto no evita que los niveles de absentismo escolar sean elevados entre los adolescentes españoles.
Finalmente, el informe PISA confirma que existen diferencias pronunciadas en los resultados entre las distintas Comunidades Autónomas, existiendo distancias equivalentes a un curso académico entre la más avanzada (Galicia) y la más retrasada (Islas Canarias). Y la distancia entre las más avanzadas y las más retrasadas se ha reducido, aunque más por la caída en la valoración de las primeras que por la mejoría de las segundas.
Hay expertos del Banco Mundial que señalan que las principales caídas se han producido en el interior y en regiones del Mediterráneo, donde los recortes en educación en los últimos años han sido mayores.
En un mundo crecientemente digitalizado e interconectado, hay aptitudes y capacidades (digitales y no digitales) que se antojan esenciales para que los países puedan alcanzar todo su potencial. Una combinación de conocimiento, soft skills y capacidad crítica, por mencionar solo alguna de ellas. Es ahí donde entra el informe PISA y por lo que es relevante. Porque no es un test al uso que pretende determinar si los estudiantes en edades cercanas a completar su educación obligatoria son capaces de recordar fechas y conceptos, sino que evalúa su capacidad de extrapolar lo aprendido, demostrar estrategias de aprendizaje efectivo y aplicar su conocimiento de forma creativa en contextos desconocidos. Por eso mismo, el estudio ha ido evolucionando y, sin ir más lejos, en 2021 se añadirá la evaluación del creative thinking, y en 2024 el aprendizaje en un mundo digital.
En este sentido, los resultados de España en PISA 2018 reafirman los arrojados por otros informes y análisis tanto referidos a nuestro sistema educativo como a las etapas posteriores, que tienen que ver con los niveles de empleabilidad de nuestra población activa o nuestra adaptación a las demandas de los nuevos mercados de trabajo.
La OCDE insiste en lo mucho que los factores socioculturales (como paro, nivel de renta, nivel educativo medio de la población) afectan a los resultados. Por eso, hay que tener en cuenta que los alumnos analizados en España en el informe PISA 2018 son una generación criada en un contexto de crisis y recortes educativos que empezaron en 2011. De hecho, España ha tenido un retraso histórico en el ámbito educativo, que puede haber generado una cierta inercia histórica y también explicar parte de las diferencias entre regiones dentro del país.
PISA confirma que España está perdiendo una oportunidad de recortar las distancias con las economías líderes; algo que sí están aprovechando las economías asiáticas.
En este sentido, a la vista de los resultados históricos, no parecen apreciarse efectos de la introducción de la actual ley educativa (Lomce, de 2013). Es más, teniendo en cuenta que los efectos de las transformaciones educativas se observan a medio plazo, lo que sí parece mostrar esta nueva edición de PISA es una pérdida de oportunidad de recortar las distancias con las economías líderes; una oportunidad que sí están aprovechando varias economías asiáticas. Esto, además, en un contexto en el que los países de la OCDE han incrementado un 15% su inversión por estudiante en los últimos 10 años, sin resultados positivos aparentes, lo que sin duda exige un análisis más profundo de por qué no llegan las mejoras.
Por otro lado, los negativos resultados de algunas de esas economías líderes, como Finlandia, que en muchos casos se han usado como modelos a seguir por otras economías, ejemplifican cómo no se deberían tratar de importar modelos sin analizar adecuadamente el contexto socioeconómico del propio país. Las economías asiáticas han despuntado en el informe PISA con modelos diametralmente opuestos.
En cualquier caso, esto no impide señalar alguno de los factores que claramente necesitan una profunda reflexión en nuestro país, como la formación y especialización de los docentes, la necesidad de una mayor dotación, la rigidez de los programas, la ausencia de formación adecuada en soft skills, una mayor atención a la diversidad, una mayor aproximación práctica, o la introducción de mayores niveles de innovación y de habilidades en tecnologías emergentes, entre otros.
El objetivo, no obstante, no ha de ser mejorar la posición de España en un test u otro, que no deja de ser una medida arbitraria (aunque muy bien armada). Se trata, más bien, de aprender de los distintos modelos educativos que el test analiza, de adaptar los propios a las realidades y necesidades de nuestro país, y, por supuesto, de realizar una reflexión adecuada sobre hacia dónde se quiere ir y diseñar políticas a medio y largo plazo con objetivos claros y la dotación de recursos adecuada.
España necesita un sistema educativo capaz de anticiparse, continuo, inclusivo y, ante todo, digital, que incorpore, a todos los niveles, las habilidades digitales necesarias para mejorar el acceso al empleo, la productividad y la competitividad de nuestras empresas y que aproveche, así, las oportunidades que nos brinda este entorno global.
Sin duda, conectividad e infraestructuras y capacidades y talento digital son dos dimensiones clave a la hora de medir el grado de digitalización de un país. Así lo considera la propia Comisión Europea en su Índice de la Economía y Sociedades Digitales (DESI), al otorgarle más peso a estos apartados en el recuento final. Sin embargo, el hecho de que no circunscriba su análisis a esos elementos sirve también para comprender la complejidad del fenómeno.
En este segundo artículo, nos detenemos en los apartados del informe DESI 2019 que tienen que ver con los usos prácticos de la tecnología e internet a nivel individual, empresarial y gubernamental.
DESI se centra en el análisis de las actividades online que realizan los ciudadanos europeos. Se refiere con esto al consumo de noticias, el uso de redes sociales y canales de comunicación, las compras, la banca online, el entretenimiento, etc. |
En este apartado, hay, de nuevo, una fuerte disparidad entre países, sitúandose en la parte alta del ranking Dinamarca, Países Bajos, Suecia y Finlandia, y a la cola Rumanía, Bulgaria y Grecia.
España presenta a este respecto una posición y evolución muy en línea con la media europea: ha ascendido 6 puestos desde 2014, de la posición 17ª a la 11ª actual. Es el séptimo país que más ha mejorado su puntuación en el ámbito, aunque esto apenas le ha servido para cerrar la distancia con los países líderes o con otras grandes economías como Alemania o especialmente Reino Unido.
Como reconoce la propia Comisión Europea, el crecimiento en el uso de servicios online es generalmente lento, aunque eventualmente se producen fuertes progresiones, como la de la adopción del vídeo bajo demanda en 2018. Este es justo uno de los ámbitos en los que España mejor se posiciona (octavo), junto a la participación en cursos en línea y a la solicitud de citas médicas online (tercero en ambas). Todavía por encima de la media, aunque en posiciones menos destacadas, está en uso de redes sociales, voto electrónico y consumo de música, vídeos y juegos por internet.
En positivo, la participación en cursos en línea y la solicitud de citas médicas online; en negativo, la posición rezagada en comercio electrónico y banca online
Frente a esto, el informe DESI 2019 advierte de la posición rezagada (aunque no excesivamente preocupante por su positiva evolución), en personas que no usan internet de forma regular, comercio electrónico o banca online, ámbitos que muestran todavía un gran potencial en el país. En particular, resulta sorprendente su retrasada posición en cuanto a videollamadas (27), aunque la progresión desde 2016 es positiva, y sí es preocupante el porcentaje de usuarios que realizan ventas online (posición 20, pero mostrando una tendencia descendente en los últimos años).
Esta dimensión mide el grado de digitalización de las empresas y el comercio electrónico, por su relevancia para la mejora de la eficiencia, productividad y reducción de costes, así como por su impacto en la relación con sus potenciales clientes y en la ampliación de mercados. |
Los países que más aprovechan las oportunidades del comercio electrónico incluyen a Irlanda, Suecia y Dinamarca; Países Bajos y Finlandia lideran la adopción de tecnología en los negocios, en un vector que muestra las mayores diferencias entre líderes y países rezagados.
A la hora de valorar estos datos es fundamental considerar que la adopción de tecnología varía sensiblemente en función del tamaño de empresa. Dado que las grandes empresas tienen ventajas de escala y de recursos, países como España, en los que las pequeñas y medianas empresas (pymes) representan una mayor proporción del total, presentan mayores dificultades para progresar en estas métricas.
A pesar de ello, nuestro país ocupa la décima posición europea en el informe DESI 2019, por encima de la media, tras haber sido el que más puestos ha avanzado desde 2014 (7). Presenta un mejor rendimiento en digitalización de las empresas (9º, referido a compartición de información electrónica, social media, big data y cloud computing) que en comercio electrónico (18º, lo que incluye pymes vendiendo online, su facturación en ecommerce y su porcentaje de ventas online transfronterizas).
Con todo, España se sigue encontrando lejos de los líderes en el ámbito, aunque únicamente Reino Unido entre los grandes países europeos se sitúe por delante, y la distancia con alguno de ellos como Irlanda se ha ampliado. El descenso (relativo y absoluto) en uso de la nube y en el porcentaje de pymes que realizan ventas en línea son parcialmente responsables de ello.
La Comisión señala en su documento que España está comprometida con el avance de las nuevas tecnologías digitales y con la inversión estratégica en la digitalización de sus empresas, citando tanto involucración en programas europeos (e.g. EuroHPC, Asociación Europea de Blockchain, cooperación en Inteligencia Artificial, etc.) como programas y estrategias propias en Industria 4.0 y evaluación de la madurez digital.
Seguimos por debajo de la media en ventas online transfronterizas, acceso a servicios de Big Data y uso de servicios en la nube
En lo que respecta a los resultados de las distintas variables analizadas por el informe DESI, España destaca en intercambio electrónico de información, uso de redes sociales y de robots en industria y servicios. Nuestro país lidera la adopción de los mismos teniendo en cuenta todos los tamaños de empresas, aunque es un indicador que todavía no tiene reflejo en el ranking. Se sitúa por encima de la media pero lejos de los líderes en comercio electrónico y volumen de negocios asociado, y por debajo de la media en ventas online transfronterizas, acceso a servicios de Big Data, uso de servicios en la nube y uso de servicios de impresión 3D (que tampoco se refleja todavía en el índice).
Esta dimensión evalúa el grado de digitalización del sector público, prestando especial atención a aspectos relacionados con el Gobierno electrónico y la Salud digital. |
Según el informe DESI 2019, Finlandia lidera la clasificación, con España en una destacada cuarta posición, tras Estonia y los Países Bajos. No sólo ha sido capaz de mantenerse entre los principales países europeos en la materia desde 2014, sino que ha conseguido acortar distancia con el líder del 11,7% en 2014 al 1,9% actual.
El rendimiento de España es superior al de la media de la UE en todos los ámbitos, destacando especialmente datos abiertos (segunda posición, por detrás de Irlanda), servicios de sanidad electrónica (quinta, con mención especial a iniciativas regionales en Cataluña y Andalucía) e intercambio de datos médicos (sexta posición). Aunque a nivel comparativo los resultados siguen siendo buenos, se registra un leve descenso en la disponibilidad online y transfronteriza de servicios públicos básicos para empresas, que habrá que vigilar, ya que en estos ámbitos la brecha entre los países líderes y el resto tiende a ampliarse.
La Comisión señala el elevado nivel de interacción entre las autoridades públicas y los ciudadanos que podemos observar en nuestro país. Esto ha mejorado gracias a la aplicación de su estrategia de administración digital. También menciona el desarrollo de la nueva estrategia global para introducir la innovación y la digitalización en la economía y sociedad (Estrategia Nación Emprendedora), así como los esfuerzos en sectores económicos específicos (Turismo, Comercio minorista, etc.).
Así pues, al repasar los resultados del informe DESI 2019 hay un factor muy a tener en cuenta: la Comisión Europea no da la misma importancia a todos los indicadores. Por el contrario, la nota obtenida por cada país en el capital humano y la conectividad será más determinante en su posición global que la conseguida en uso o servicios públicos digitales, al considerarlos elementos críticos y la base sobre la que realmente se erige la economía y sociedad digital.
Pero ¿qué sucede si realizamos un análisis de todas las variables analizadas en bruto, desprovistas de pesos y agregaciones? Que podemos saber cómo de parecidos son los distintos países en base a ellas y obtenemos gráficos como este:
En esta figura se puede observar cómo España se encuentra entre el bloque de países más digitalizados y el bloque intermedio, con resultados relativamente similares a los de Suecia o Alemania, pero todavía con diferencias notables con algunos de los países anteriormente identificados como líderes (Dinamarca, Países Bajos, Finlandia o incluso Reino Unido). La asignación de pesos por parte del DESI no parece tener por tanto un impacto significativo en el diagnóstico global, presentando la distribución de países bastantes similitudes con los resultados globales del DESI.
A pesar de la introducción de 13 nuevos indicadores este año, la selección de variables y métricas por parte del informe DESI 2019 se antoja en cualquier caso algo escasa.
Se echa de menos un análisis algo más granular que permita evaluar el efecto de algunos factores que parecen tener un impacto significativo en los niveles de adopción, uso y madurez digital. Es el caso de la edad de la población en su vector de capacitación y uso de servicios, o el tamaño de empresa en el de integración de tecnología, ya que las medidas a adoptar en unos u otros países para avanzar en el ámbito digital estarán fuertemente condicionadas por ellos.
Otros aspectos como la financiación de dicha innovación digital, el entorno institucional, el mercado digital más allá del comercio electrónico, o una mayor profundidad en el análisis del talento digital (producción, atracción y retención) ayudarían a entender de una forma más precisa la coyuntura y perspectivas de los distintos países de la Unión Europa.
También se echa de menos una mirada comparativa fuera del ámbito de la Unión Europea, algo que la Comisión intenta mitigar con su versión internacional del DESI, pero cuya actualización todavía no está disponible. Las ediciones previas (International Digital Economy and Society Index, 2018), que incorporaban a la comparativa 17 países adicionales de fuera de la UE, mostraban cómo los líderes europeos presentaban un desempeño igual o superior al de los líderes a nivel global (Corea del Sur, Japón, Estados Unidos), pero del mismo modo evidenciaban la brecha existente entre la media europea y el bloque de cabeza.
Para lo que sí nos sirve el informe DESI es para comprender comprender cuáles son los siguientes pasos que nuestro país necesita dar para aprovechar al máximo el potencial de la digitalización. Nos ofrece países de referencia y experiencias de éxito que evidencian la necesaria puesta en marcha de un plan estratégico ambicioso que ayude a cerrar las claras brechas existentes, especialmente en materia de cualificación digital de su capital humano, incremento de las competencias e innovación digitales por parte de las empresas (en particular de las pequeñas y medianas empresas) y el fomento de una mayor adopción y uso de servicios online por parte de determinados colectivos en riesgo de exclusión digital.
No apostar por la digitalización tendría un coste muy alto para la economía y bienestar de la población
Si bien es cierto que, en los últimos años, se han diseñado planes gubernamentales con programas para promover las competencias y el talento, propuestas de inversión en tecnología e infraestructuras y estrategias en ámbitos como la inteligencia artificial, estos esfuerzos han probado ser insuficientes. De ahí la necesidad de revisar todas y cada una de esas iniciativas con una mirada crítica y desarrollar nuevas propuestas que pongan el foco por fin en las variables críticas de la digitalización.
El riesgo de no actuar convenientemente para situar a España en el bloque de cabeza es alto en un contexto de acelerado avance digital. El coste de oportunidad en términos de crecimiento económico, bienestar y creación de empleo puede ser muy elevado a largo plazo.
[Cabe destacar que, por la naturaleza de los datos con los que trabaja y lo dinámico del sector digital, la Comisión introduce cambios en cada edición de este informe tanto en la metodología como en las variables utilizadas, con el objetivo de reflejar los últimos avances tecnológicos y de mostrar una imagen más fiel de la realidad digital. Esto implica que se recalculan los resultados para todos los países con carácter retroactivo, existiendo a veces diferencias en algunos ámbitos con respecto a las clasificaciones de años pasados.]
Un año más, la Comisión Europea publica los resultados de su Índice de la Economía y Sociedad Digitales (DESI); un informe a través del que, desde 2014, el ejecutivo europeo trata de evaluar tanto la evolución individual como colectiva de las diferentes economías europeas en ámbitos relacionados con la conectividad, el capital humano, el uso de internet por parte de la población, la integración efectiva de tecnología por parte de las empresas, y la disponibilidad y uso de servicios públicos digitales. De este modo, el documento se convierte en una referencia clave a la hora de marcar las áreas de trabajo prioritarias para las economías y gobiernos nacionales.
La edición que la Comisión Europea acaba de publicar, la sexta de la serie, confirma el avance del conjunto de la Unión Europea (UE) en este sentido. Pero ¿y España?, ¿en qué punto exacto se encuentra y cómo ha evolucionado en los últimos años? De una muestra total de 28 estados miembro, nuestro país se mantiene en el undécimo lugar en materia de digitalización, por encima de la media europea, pero todavía lejos de los países líderes en el ámbito, esto es: las economías nórdicas, con Finlandia, Suecia, Países Bajos y Dinamarca presentando los mejores resultados.
En clave positiva, España se sitúa por delante de Alemania (12º), Francia (15º) o Italia (24º) y solo por detrás de Reino Unido. Y es que nuestro país ha tenido un comportamiento positivo cada año desde 2014, avanzando dos posiciones desde entonces. Con un incremento significativo de su valoración (+38,6%), el nuestro es el quinto país que más ha mejorado su resultado en términos absolutos, por detrás de Irlanda, Lituania, Letonia y Chipre.
No obstante, al ser DESI un indicador sintético, merece la pena no quedarse en un primer análisis superficial y analizar en profundidad los distintos ámbitos recogidos por el estudio, entre los que existen diferencias notables en el caso de España. Pese a este resultado a priori positivo es también fundamental no restringir el análisis a la evolución reciente, ya que por la naturaleza de muchos indicadores (y la ausencia de datos actualizados para algunos de ellos, con lo que la Comisión sigue usando en algunos casos los del año precedente) las evoluciones no son siempre evidentes año a año. A lo largo de esta serie de artículos, repasaremos en detalle cada uno de esos indicadores.
La dimensión de Conectividad de DESI evalúa tanto la demanda como la oferta de banda ancha, fija y móvil, poniendo énfasis tanto en el nivel de despliegue como en la calidad de las infraestructuras. La Comisión entiende que la disponibilidad de servicios habilitadores es una condición necesaria para la competitividad de las economías. |
En este ámbito, España presenta unos resultados positivos, tanto en lo que respecta a su posición en el último año, novena, por delante del resto de grandes economías europeas (Reino Unido, Alemania, Francia e Italia), como especialmente en lo que respecta a su evolución. Estos resultados están en línea con los que ofrecen otras fuentes internacionales como la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU, 2017), que ya describían el mercado de telecomunicaciones español como maduro, innovador y bien desarrollado, con altas tasas de penetración y fuerte foco en el despliegue de redes de alta velocidad.
España es el segundo país de la UE28, tras Italia, que más mejora su puntuación en conectividad entre 2014 y 2019 en términos absolutos, lo que la lleva a ascender desde la posición 17ª que ocupaba en la primera edición del informe a su posición actual y, en este caso, acortando la distancia con las economías líderes, encabezadas por Dinamarca, Luxemburgo y los Países Bajos.
Los buenos resultados de España se explican gracias a la disponibilidad y uso de la banda ancha ultrarrápida y a la preparación para la red 5G. Duplica las medias europeas y el motivo no es otro que las fuertes inversiones realizadas los últimos años por los operadores de telecomunicaciones en un marco regulatorio que ha fomentado el despliegue eficiente. Esto, respaldado por una ambiciosa estrategia nacional, como señala la propia Comisión en su informe. España además lidera el despliegue de fibra óptica, que todavía no tiene un impacto significativo en el ranking, pero que, combinado con la apuesta por el 5G y los proyectos piloto en marcha, lo acabará teniendo en ediciones futuras de este informe.
Las fuertes inversiones del sector y el marco regulatorio favorable explican la buena posición de España en infraestructuras
Un último aspecto que mide DESI dentro de este apartado tiene que ver con los precios de este tipo de servicios. Las comparativas de precios existentes en la actualidad penalizan en exceso la situación en España. Esto se debe, en parte, a un sesgo metodológico, ya que no se tiene en cuenta el peso de los servicios empaquetados (que suponen un 97% de los casos en España, según la CNMC, y tienden a incorporar mejoras notables en cuanto a servicios y velocidades sobre los que se toman como referencia para los precios) y porque no se utilizan los datos actualizados de ofertas existentes. Aunque la Comisión sí incluye entre sus datos menciones al respecto, que muestran cómo España lidera, con Luxemburgo y Francia, la adopción de servicios empaquetados en un contexto en el que esta no supera el 20% en 16 países europeos, no parece luego tenerlo en cuenta como algo positivo en el propio indicador.
Las competencias digitales de la ciudadanía son claves para la construcción de una economía digital. En esta segunda dimensión, la Comisión reconoce su importancia y mide las capacidades de cada país de aprovechar el potencial que el mundo digital ofrece. |
La posición de nuestro país a este respecto es, cuanto menos, preocupante, tanto por seguir situada por detrás de la media europea (17 de 28), como por su mal comportamiento desde 2016. Se coloca así por detrás de las economías europeas más dinámicas y de las grandes economías del continente, salvo Italia. Lejos de reducirse, la distancia con respecto a los países líderes en este indicador (Finlandia, Suecia, Luxemburgo y Estonia) y a la media europea se ha incrementado en estos años. Solo seis países han tenido una evolución desde 2014 peor que la Española.Una de cal y otra de arena. Si bien España se sitúa en una posición de referencia en materia de infraestructuras, parece que todavía le queda mucho por aprender y hacer en alfabetización digital y gestión del talento.
Entrando al detalle, los niveles de competencias digitales básicas y avanzadas de los españoles son inferiores a la media de la UE, y los especialistas TIC tienen un menor peso en el mercado laboral, una combinación que puede limitar el crecimiento económico y la capacidad de innovación de las empresas.
En el último año del que la Comisión dispone de datos, un 43% de la población de la EU presentaba un nivel insuficiente de capacidades digitales, lo que supone un elevado riesgo de exclusión y de empleabilidad en un contexto de rápida digitalización. La situación en España es peor, ascendiendo la cifra al 45%, muy lejos del 15% de Luxemburgo o del entorno del 30% de Reino Unido o Alemania.
Si bien se han puesto en marcha programas de educación y formación en competencias digitales a todos los niveles, los esfuerzos realizados hasta la fecha no se ven todavía reflejados en las variables analizadas por el DESI, por lo que no estaría mal fijarse en las iniciativas puestas en marcha por los países líderes, tanto en el fomento de la alfabetización digital y la adaptación de desarrollos curriculares como en la promoción de la formación continua.
Con respecto al mercado laboral, el número de profesionales TIC empleados en la Unión Europea alcanzó los 8,4 millones en 2017, existiendo todavía un gran potencial de crecimiento por explotar. En 2018, 1 de cada 5 empresas contaba en su plantilla con especialistas TIC. Ese mismo año, 1 de cada 10 empresas contrató o intentó contratar dichos especialistas; de ellas, el 53% reportaron dificultades para cubrir dichas vacantes TIC.
A pesar de la creciente demanda en el mercado laboral, la oferta de especialistas en disciplinas TIC en España sigue estando por debajo de la media europea. En España, estos expertos representan un 2,9% del total de empleados en nuestro país, frente a la media del 3,7% en Europa, lejos del 6,8% que alcanza Finlandia, con una brecha de género más marcada. A pesar de ello, España sigue siendo el país de la OCDE en el que menos empresas manifiestan tener problemas para encontrar especialistas TIC, entre aquellas empresas que los buscan de forma activa.
La mala puntuación en competencias digitales y especialistas TIC limita el crecimiento y la capacidad de innovación de la economía española
Por el contrario, España, con un 3,9%, se encuentra por encima de la media comunitaria en cuanto a titulados en TIC sobre el total de graduados, pero presenta un descenso frente a años precedentes, y se encuentra en cualquier caso lejos de los líderes europeos (Finlandia o Irlanda, con tasas superiores al 7%).
A pesar de lo comentado en cuanto a la brecha de género, y aunque no forma parte del DESI, España se sitúa razonablemente bien en el indicador paralelo de la Comisión Europea Women in Digital Index. Ocupa la novena posición, con un resultado por encima de la media, por detrás únicamente de los países nórdicos, Reino Unido y Francia. Atendiendo a sus subíndices, España obtiene sus mejores resultados en uso de internet (posición 8) y especialistas TIC y empleo (puesto 10), ya que al considerar algunas variables adicionales, como la ausencia de brecha salarial en el sector ligada al género, se compensan algunas de las variables que penalizan en el DESI.
Así pues, los resultados de España en el informe DESI proporcionan un diagnóstico clave a la hora de definir las líneas en las que nuestro país debe seguir trabajando. Es un hecho que el futuro del crecimiento económico de España pasa por la innovación y la digitalización. En el próximo capítulo, analizaremos la posición de España en relación con el uso de los servicios de internet y el grado de digitalización de las empresas.
[Cabe destacar que, por la naturaleza de los datos con los que trabaja y lo dinámico del sector digital, la Comisión introduce cambios en cada edición de este informe tanto en la metodología como en las variables utilizadas, con el objetivo de reflejar los últimos avances tecnológicos y de mostrar una imagen más fiel de la realidad digital. Esto implica que se recalculan los resultados para todos los países con carácter retroactivo, existiendo a veces diferencias en algunos ámbitos con respecto a las clasificaciones de años pasados.]
Desde el principio de la historia, el ser humano ha experimentado la necesidad de construir objetos que facilitaran su trabajo y mejoraran su vida. El talento acumulado durante siglos se traduce hoy en Inteligencia Artificial, vehículos autónomos y asistentes virtuales. El momento histórico actual es la universalización de Internet que posibilita, e incluso exige, la transnacionalización de la Economía.
En esta renovación, el potencial reside en las competencias tecnológicas de la población y en la capacidad del sistema para adaptarse a la digitalización y ser competente en el mercado global y local.
El tándem entre tecnología y economía emplea a 17 millones de personas de forma directa y 15 millones de forma indirecta (GSMA, 2017). Sin embargo, también se han destruido trabajos tradicionales en los que las personas han sido sustituidas por máquinas. Son innegables los efectos globales de la informática y para poderlos aprovechar de manera positiva hay que concentrarse en dos áreas: en los profesionales digitales y en la producción y atracción de talento. Si bien en el pasado el ingenio se presentaba ante las empresas, ahora son las compañías quienes deben generar, atraer y retener profesionales del entorno tecnológico.
La conversación actual aborda la relación entre la calidad de escuelas TIC y la empleabilidad de los jóvenes en el mercado laboral, es decir, su formación como trabajadores con habilidades digitales. Estos son los cimientos con los que cuenta un país para aprovechar el potencial económico de la globalización.
Diversos informes de la OCDE, de la Oficina Europea de Estadística (Eurostat) y del Fondo Económico Mundial (WEF) desglosan estas dos categorías para analizar en detalle cómo se conectan y cómo se pueden mejorar estas bases.
En primer lugar, es necesario examinar el mercado laboral digital en sus dos vertientes. Por un lado, el empleo en el sector de las tecnologías de información y comunicación y, por otro, el empleo en actividades que requieren el uso de estas competencias, con independencia de la actividad principal de la empresa. Incluidos en este último nivel se encuentran trabajos como el de los desarrolladores, los especialistas en TIC, las especialistas mujeres en TIC, los recursos humanos dedicados a ciencia y tecnología (HRST) y los investigadores de estas tecnologías.
Para obtener una visión general de la magnitud del sector tecnológico en España, el Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y la Sociedad de Información (ONTSI) estimó que en 2017 había 23.427 empresas en este ámbito. Estas ocupaban a 367.906 personas en actividades de fabricación TIC y servicios digitales como el comercio electrónico o las actividades de las telecos. En la actualidad existen 2.847.735 empresas registradas en la Seguridad Social en España, según las cifras del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad de enero de 2018.
En comparación al resto de países que se han contemplado en los informes mencionados, España no está tan bien posicionada de manera general en cuanto a generación de empleo en el sector específico de las TIC. Sin embargo, cuando se trata de trabajos especializados en TIC, con independencia del sector en el que actúe la empresa, España destaca con respecto a los líderes digitales europeos y mundiales.
Esto se evidencia en los informes de la OCDE de 2014 y 2016 que reflejan que la economía española se encuentra en el puesto número 13 sobre 30 en relación a la empleabilidad de mujeres especialistas en el mundo digital y en el octavo sobre 19 en número de especialistas desarrolladores. En este sentido, y aunque la brecha de género siga siendo amplia, el Instituto Nacional de Estadística (INE) junto con el ONTSI mostraban en su informe ‘Indicadores de la Sociedad de la Información por género’ de marzo de este año que, cuando se trata de buscar trabajo, las mujeres están más digitalizadas. A pesar de que la diferencia es pequeña, el 23,4% de las mujeres usan Internet para buscar empleo mientras que para los hombres este porcentaje es del 22,4%.
Además de la creación de empleo en España, la segunda condición a la que se refieren los informes de la OCDE y el WEF para lograr un sistema económico digital competente es la capacidad para producir y atraer talento.
Hay que pensar de dónde vienen dichos profesionales, si se forman dentro de España o si esta se nutre de personas de otros países. Aquí, los indicadores más importantes son el número de graduados en TIC y la capacidad de atraer el potencial extranjero en relación a la población inmigrante.
La preparación para atraer talento en España no es tan alta como la experiencia que tiene para producirlo. Dentro del territorio español el 13% de la población es extranjera, hasta 6,1 millones de personas, pero pocas de ellas están empleadas en puestos relacionados con las tecnologías. En función a estas cifras, el WEF determina que España no es tan competente como otros líderes europeos y mundiales (Suecia, Singapur o Estados Unidos, entre otros) para ocupar a extranjeros en las TIC. Sin embargo, el potencial de otros países en este ámbito favorece a la población española a trabajar en otros países y esta fuga de profesionales ralentiza el avance de la sociedad digital en España.
Aunque el potencial de atracción no sea tan grande como el de otros países, España necesita profesionales especializados. Según un informe del principal portal de empleo de tecnología (TICJob), los puestos más demandados en la actualidad por las empresas son el de programador, el de analista de programador y el de consultor, como indicaban los informes de empleabilidad.
La Comisión Europea prevé la creación de entre 750.000 y 900.000 puestos de trabajo relacionados con la tecnología sin cubrir en 2020, de los cuales 85.000 estarán en España. Para fomentar la llegada de profesionales, la Comisión Europea ha puesto en marcha la iniciativa “Horizon2020” para financiar el sector de investigación en Ciencia e Innovación (HRCT). Desde hace 30 años se han invertido más de 200.000 millones de euros en este campo y se planea una nueva inversión de 30 millones gracias a este programa, financiado en parte por el Consejo Europeo de Investigación.
Es necesario fomentar la educación en ciencia y tecnología, no solo en niveles superiores, sino también a lo largo de todo el proceso educativo. Contar con recursos humanos con destrezas digitales es uno de los grandes retos para la economía del siglo XXI. Esto, en sintonía con la mejora de visibilidad de los programas ya existentes de atracción de talento, es una de las bases de la economía digital en la actualidad.